lunes, 16 de abril de 2012

Arte Rupestre del Valle de Otíñar



DESCRIPCION DE LA RUTA
No es por casualidad que la mayoría de las estaciones rupestres que tenemos en Jaén, se encuentren concentradas en la misma zona, en el valle del Quiebrajano, en el entorno de Otíñar, ya que este lugar, sin duda, posee un atractivo especial, tanto al que lo conoce por primera vez, como al visitante asiduo. Es un rincón mágico, magnético, misterioso y único, donde la naturaleza se nos muestra de manera especialmente atrayente. Con esta ruta pretendemos recorrer las estaciones rupestres de los primeros pobladores de Jaén, allá por el IV milenio antes de Cristo.

BREVE “HISTORIA DE LA PREHISTORIA” EN LA PROVINCIA DE JAÉN

Las primeras huellas de la presencia de humanos en la provincia de Jaén, las encontramo 1; en Porcuna, en la Peña de la Grieta y datan de hace entre 19.000 y 24.000 años calibrados. Junto a los restos de este asentamiento, se localiza otro del mismo periodo, en la Cueva de los Enamorados, en las inmediaciones de un arroyo, ambos, situados en las inmediaciones de los llanos del Pezcolar, los cuales antes conformaban un lago.

Tanto la presencia de abrigos calizos para asegurar cobijo y protección[2], como la abundancia de agua, vegetación y caza, así como la existencia de sílex para fabricar utensilios, conforman elementos determinantes para que un grupo de humanos decida asentarse en este lugar, considerándolo apropiado para su supervivencia. Y todos estos requisitos se encuentran en las inmediaciones de Porcuna, de ahí que podamos encontrar vestigios de multitud de civilizaciones. Cerrillo Blanco, por ejemplo, es una magnífica muestra de asentamiento íbero.

En cuanto al arte rupestre, destaca la cueva del Morrón, en Torres, donde encontramos la manifestación artística más antigua y más valiosa, no solo de la provincia de Jaén, sino de todo el Alto Guadalquivir, siendo la única pintura rupestre paleolítica de buena parte de Andalucía.
Este cáprido de la cueva del Morrón es 
la manifestación rupestre más antigua de la provincia
Imagen: Arqueomas.com

Los autores de esas pinturas eran cazadores-recolectores[3] y se organizaban en pequeños grupos de entre 25 y 40 individuos, conformando “bandas” cuyos miembros comparten producción, consumo y residencia, siempre con la figura del chamán. Practicaban un nomadismo cíclico, recorriendo aquellos lugares e instalando sus campamentos, en función de las estaciones del año y las necesidades de subsistencia. Hay un movimiento continuo en un territorio limitado del que se conocen bien la disponibilidad de alimentos a lo largo del año, así como los lugares de paso de los animales, y donde el grupo se mueve con seguridad, describiendo ciclos, en función del momento y necesidad.


Posteriormente, se inicia un periodo con características sociales y económicas propias[4] conocido como Epipaleolítico o Mesolítico, que en la provincia de Jaén, data del 10.000 antes de Cristo. Empiezan a domesticar animales a fin de mantener reservas vivas para complementarlas con las piezas cazadas[5], introducen la cerámica en su arte mobiliario y cambian las características de sus herramientas, haciéndolas más pequeñas, versátiles y mas complejas. La cueva del Nacimiento en la sierra de Segura es un buen ejemplo de este periodo.
Cañada de la Cruz (Santiago de la Espada). Arte Levantino
Imagen: arqueomas.com



EL ARTE ESQUEMÁTICO

El paisaje para el hombre antiguo estaba cargado de significado, es por ello que las pinturas en las cuevas, así como los petroglifos tengan diversas funciones[6]; guiar la marcha hacia los cazaderos o a los campos donde se encuentra los mejores frutos, marcar lugares sagrados, avisar de peligros, conducir a refugios, señalizar los límites de la tierra ocupada. En definitiva son códigos que contribuyen a asegurar la continuidad del grupo y ejercer el control sobre el territorio.

El arte prehistórico de la fachada mediterránea, podemos clasificarlo en tres vertientes artísticas[7]:


Arte Levantino, con representaciones de animales heridos, escenas de caza, con presencia de mujeres y niños realizando actividades domésticas o agropecuarias, realizadas con un trazo fino, uniforme y perfilado.

 Arte Microesquemático, donde la figura del orante con los brazos levantados y dedos indicados es su representación típica, apreciándose un trazo grueso con bordes irregulares, con mayor densidad de pintura en el trazo, que el arete Levantino.


Finalmente, el arte Esquemático, donde abundan las figuras agrupadas en antropomorfos, zoomorfos e ideogramas, plasmadas con un trazo grueso e irregular tanto en bordes como en el interior.

En el valle de Otíñar tenemos buenas representaciones de arte esquemático, propio de los grupos sociales agricultores/ganaderos[8], que si bien, es cierto que en algunas zonas se han superpuesto las distintas formas de arte, en el caso del Valle de Otíñar aparecen, en el mas puro estilo esquemático.

Interpretación del estilo Esquemático

Podemos considerar el arte Esquemático como aquel estilo que prescinde de los rasgos naturalistas, reales y plasma solo aquellos elementos figurativos básicos de cada figura, (esquemas de la realidad) a la vez que incorpora símbolos dotados de significado.

La interpretación del arte esquemático es una tarea ardua, ya que no conocemos las pautas que ellos atribuían a sus símbolos ni a sus esquemas. Para acercarnos a su comprensión podemos seccionar el arte esquemático en tres grandes nódulos[9]: la imagen, que conformaría una representación plástica real del mundo que rodea al individuo, la imagen-símbolo, la cual mantiene la base real de una representación pero se le añade un elemento del mundo anímico, espiritual o mágico; Por último, el símbolo es la representación del mundo interior, anímico, espiritual separado de elementos cotidianos o de la realidad de la imagen.

Un mayor nivel de análisis nos muestra los motivos agrupados en las siguientes estructuras[10]:
Imagen: Wikimedia Commons

Antropomorfos simples, antropomorfos compuestos, zoomorfos y grupos de figuras simbólicas. Después se conjugan estos elementos formando casi todas las combinaciones posibles: antropomorfo-símbolo, zoomorfo-antropomorfo-símbolo, símbolo-zoomorfo, etc.

Las figuras antropomorfas suelen ser catalogadas en función de la posición de sus brazos, encontrándose  cruciformes, brazos curvos,  ancoriforme, en Y, en X, en PHI. Etc.
La chamán de la Cueva de la Diosa Madre es un magnífico ejemplo de arte esquemático
Imagen del autor

Antropomorfo en PHI. Cueva de la Diosa Madre
Imagen del autor 

Dentro del grupo de los zoomorfos podemos encontrar pectiniformes, bóvidos, cápridos cérvidos, cigüeñas, ramiformes, etc.
Tipos de zoomorfos. Imagen de Wikimedia Commons
De forma general podemos decir que los motivos representados[11] son bastante similares e incluso monótonos, apareciendo grupos humanos aislados, animales, escenas de caza, sin armas, algunas escenas de domesticación, los animales representados suelen estar en estado salvaje y abundan los ciervos y cabras monteses. Las figuras humanas suelen estar de frente[12], con las manos en “asa” o en pose cruciforme, con vestimentas y tocados, en algunos casos. Otros motivos frecuentes son los soles y puntos formando grupos numerosos. Los cromatismos usados son el rojo, negro, azulado y blanco, aunque algunos tonos  han sido alterados por las filtraciones de la roca.
Cáprido de la cueva de los Herreros
Imagen del autor
Calco realizado sobre el motivo
Elaboración propia
La técnica utilizada para plasmar los motivos suele ser el dedo impregnado en pintura, aunque en ocasiones y para trazos finos usaban pinceles tal vez confeccionados con plumas de ave o pelo de conejo.

El tamaño y espesor de las figuras se suele considerar como medio, aproximadamente entre 10 y 20 cm. y entre 1 y 1,25 cm. de espesor.

En cuanto a la localización de los abrigos, es común a todos ellos[13] que se encuentren en lugares escarpados, dominando grandes espacios abiertos y próximos a caudales de agua, bien en ríos o en manantiales de agua en alturas que frecuentemente sobrepasan los 800 m. sobre el nivel del mar.

La temática y el análisis interpretativo, es como se menciona más arriba, uno de los aspectos que más problemas presenta,[14] pues por mucho que avancemos en su resolución, nunca se podrá llegar a identificar totalmente las motivaciones de sus autores, ni la función exacta atribuida a cada figura, escena o esquema, ni los rituales que tuvieron lugar junto a las pinturas. Como consecuencia de esto, vienen formulándose diversas teorías interpretativas, las cuales ponen de relieve el mundo espiritual de aquellos que fueron sus autores, ceremonias funerarias, cultura dolménica, explicaciones de tipo matrimonial, motivaciones religiosas, etc.  En este sentido las teorías parecen que toman dos influencias, bien el sentido funerario, ritual, o bien el sentido religioso, aunque hay autores (Almagro basch, 1947[15]) que ponen de manifiesto la idea de una especia de escritura pictográfica, independiente del sentido religioso o funerario.
Cueva de los Soles. Acceso en lugar escarpado
Imagen del autor

Lo que si permanece claro, es la repetición de escenas donde abundan las actividades económicas de los autores,[16] como es el apresamiento de bóvidos, caza de cérvidos y ganadería de cápridos y en un plano espiritual aparecen aquellas representaciones  de ritos que favorecieran la perduración del grupo social, la mejora de la caza, la ganadería, etc.

A primera vista el arte esquemático es menos vistoso que el arte levantino, el cual plasma imágenes extraídas de la realidad, con técnicas naturalistas, pero el hecho de que los autores, deliberadamente obvien la concreción de detalles, limitándose a trazar simples esbozos que carecen de rasgos, nos deben hacer pensar que este arte supone una etapa de  “preintelectualización[17]”, ya que se plasman ideas con un cierto nivel de abstracción. Las vivencias se convirtieron en símbolos y éstos fueron dotados de funciones y/o sentimientos. Elementos que denotan una evolución en el pensamiento del hombre prehistórico.

Finalmente, la cronología del arte esquemático, bien por evolución del arte levantino o por el cambio cultural producido por la llegada a través del mediterráneo de comunidades que manejaban el metal no puede ser datada antes del IV-V milenio. Las postrimerías tendríamos que ubicarlas en el Bronce tardío (1.500-1.200 a.C. [18])

CERRO VELETA Y EL VALLE DE OTIÑAR


Cerro Veleta se enmarca dentro del paraje conocido como Otíñar,  situado 12 Km. al sur de la ciudad, está rodeado de imponentes farallones calizos, con accesos difíciles y barreras naturales. Contiene 44 estaciones rupestres, dos asentamientos en cueva y dos al aire libre, convirtiéndola en uno de los mayores conjuntos de la península.[19]  Recientemente, geólogos de la universidad de Jaén, han descubierto la presencia de un paleolago, formado entre el 11.500 y el 13.000, (cal a.C.) en el sustrato de Otíñar, conformando así una tierra rica en sedimentos y agua, y por lo tanto en lugar privilegiado para la caza y la agricultura. El entorno de Otíñar posee además,  restos de una fortificación islámica, canteras de sílex, una villa Romana (villa romana del Laurel) con sus propias conducciones hidráulicas, poblados y necrópolis neolíticas y multitud de abrigos aún sin investigar.
Cerro Veleta en primer término
Imagen del autor
En posición privilegiada, se yergue Cerro Veleta, elevación que domina el paso principal del valle y donde se encuentra una aldea con una especie de acrópolis,[20] donde se observan restos de construcciones, restos de una muralla de piedra de unos 200 mts. de longitud y unos 4 mts. de altura. Frente al poblado se ubica un dolmen, que además de servir de cobijo a los  muertos, debía servir para proteger al poblado; cualquiera que quisiera entrar, debía de hacerlo entre los antepasados.

Además hay constancia, al menos de otros dos dólmenes, uno situado en la base de la cañada de la Bríncola y otro también en el río Quiebrajano, frente a la cueva de la  Lámpara. Ambos fueron destruidos y expoliados en 1965 y cuya función era la de intimidar a aquellos que se adentraran en el valle, ya que se encuentran en lugares de acceso.

Valle del Quiebrajano. Entorno de Otíñar
Imagen del autor
En Otíñar se han encontrado varios miles piezas de lascas y útiles, molinos de granito, piezas de pizarra y otras rocas cuyo origen pudiera ser Sierra Morena, todas ellas conforman la materia prima utilizada en la prehistoria para la fabricación de herramientas, hecho que lleva a formular la hipótesis de que el poblado de Cerro Veleta, era un poblado minero, lugar destinado a taller, y que servía además de cobijo[21]. Las rocas que no eran autóctonas de la zona, las traían de Sierra Morena y con el excedente de la producción, abastecían un importante mercado local,  intercambiándose las herramientas por productos, y parece ser, con los habitantes de Marroquíes Bajos (actual Boulevard de Jaén) y complementándolo con otras actividades agropecuarias, cinegéticas, etc. se garantizaban la subsistencia del grupo.
Dolmen de Cerro Veleta
Imagen del autor

Pocos enclaves ofrecen tantas oportunidades económicas para el hombre prehistórico, ganadería, agricultura, comercio, minería. Por eso no es de extrañar que sembraran de pinturas rupestres todo su entorno, con distintos fines.


CARACTERÍSTICAS de los abrigos

Los abrigos de Otíñar[22] son “abrigos de visión”  donde se domina y se es visto, (abrigos de las Peñas de Castro, Frontón, etc.)  “abrigos de culminación” en las cumbres prominentes (cueva de los Soles) “abrigos de paso” en los collados y puertos (Canjorro, cueva de los Herreros, del Vítor, etc.) y “abrigos ocultos” casi inaccesibles en estrechas paredes (cueva de la Diosa Madre, cueva de la Higuera, etc.)

Estas marcas rupestres localizadas en estos abrigos cumplen la función de marcar el espacio, apropiándose de él, señalizando los lugares de paso, los puntos dominantes y aquellos más inaccesibles[23]. En Otíñar pues, aquellos mineros de Cerro Veleta, han  querido señalizar todo su territorio, como signo de apropiación, y estas señales han de ser “leídas” como un mapa de aquellos que, un día recorrieron este valle, buscando cobijo de cueva en cueva.

Existen multitud de abrigos rupestres en Otíñar que todavía permanecen inéditos y están por descubrir, aunque podemos establecer las principales estaciones del valle de Otíñar, que serían las siguientes:


Cerro del Frontón
Contiene varios abrigos pero por su estado de conservación destacan fundamentalmente dos:  Abrigo A  y Abrigo C.
Pintura del abrigo "C" en el cerro del Frontón. Imagen del autor
El abrigo C está compuesto por varias líneas inclinadas de puntos, que se superponen a los brazos de dos antropomorfos del tipo ancoriforme y a una figura desvaída en forma de barra. En el centro y hacia la izquierda, se observa un zoomorfo con la cabeza poco definida (parece ser un cáprido) y en la parte inferior se observan tres figuras antropomorfas en Phi.

Cueva de los Herreros  
Las pinturas se encuentran deterioradas, algunas por actos vandálicos. De todos los conjuntos de figuras que contiene, dos son los que presentan un mejor estado de conservación. El primer grupo, de color rojo carmín, está compuesto por las figuras de un antropomorfo cruciforme, un cérvido con una fina barra delante y un cáprido de formas bien definidas. El segundo grupo, también de color rojo carmín, está compuesto por dos antropomorfos típicos simples de cabeza abultada, un cérvido, cinco zoomorfos que parecen ser cánidos, un sol, una barra horizontal y restos de otras figuras.


Poyo de la Mina
La pintura que queda está prácticamente perdida, aunque hay una gran grieta la cual le da el nombre al abrigo, muy profunda pero en la que no se han encontrado restos arqueológicos. No obstante si se han encontrado restos de cerámica con decoraciones, posiblemente ibera[24].


Cueva de los Soles
Se trata de una abrigo profundo que ha quedado resguardado de las inclemencias atmosféricas, por lo que las pinturas presentan un excelente estado de conservación. Además, se ha tallado la roca para crear unas pequeñas hornacinas donde se han plasmado los grabados. Algunos investigadores sugieren que puede tratarse de un santuario. Se observan una gran cantidad de puntos distribuidos de forma irregular y soles de color rojo oscuro.
Antropomorfo y línea de puntos.
Cueva de los Soles
Imagen del autor


Poblado y dolmen de Cerro Veleta  

En este cerro se encuentra el conjunto más interesante de la zona. Queda delimitado por el río Quiebrajano al este y el arroyo de la Parrilla al oeste, tras él se sitúa el cerro Calar de mayores dimensiones. Contiene numerosos restos arqueológicos, como vasijas, restos de muralla, columnas, herramientas, etc. Cuenta en sus laderas con dos abrigos con pinturas rupestres, la cueva de los Herreros y el Poyo de la Mina.

Abrigo de la Cantera

Es un pequeño abrigo que se encuentra junto a otro enorme. Al parecer, se sitúa sobre una veta de silex, y las pinturas por lo tanto, guardan la función de marcar este lugar tan valioso para el hombre primitivo. Las pinturas se distribuyen por el fondo del abrigo y por la superficie irregular de su cornisa superior. En el fondo del abrigo se pueden identificar un grupo de figuras de color rojo claro entre las que destacan los pectiniformes. En la cornisa, se observa  un cuadrado a modo de cabeza y dos arcos a modo de brazos y una agrupación de puntos de color rojo oscuro con dos cápridos en color rojo oscuro, uno sobre otro, con las cornamentas paralelas y curvadas hacia atrás.

Abrigo de la Cantera
Imagen del autor

Barranco de la Tinaja

En este barranco se encuentra el abrigo con mayores dimensiones de todo el conjunto. Presenta la característica de que contiene petroglifos los cuales describen formas concéntricas a modo de espirales. En España hay escasísimos yacimientos con petroglifos, solo en Canarias y Galicia podemos encontrarlos. Jaén y el valle de Otíñar es un caso aislado. También hay representaciones grabadas en la roca de figuras humanas y símbolos que , según algunos investigadores, podrían ser un tipo de “protoescritura” o el inicio de la escritura a través de símbolos rudimentarios, lo cual sería extraordinario, dada la antigüedad de los grabados, 4.000 años a.n.e.  lo que indicaría que se adelantaron en 500 años a los creadores de la escritura, los Sumerios, ya que el grabado más antiguo de éstos, data del 3.500 a.n.e. ¿Escribían los primeros jiennenses antes que los sumerios?

Poyo del Ventorrillo o de las Vegas Altas
Ideograma del Poyo del Ventorrillo.
Imagen del autor


Se trata del último abrigo del valle que contiene pinturas rupestres. El estado conservación es muy bueno y hacia la izquierda de la cavidad se observa una figura reticulada, parcialmente oculta por incrustaciones calcáreas, de color rojo carmín.




Estos hombres prehistóricos, que permanecían en contacto permanente con el medio natural, aún con una inteligencia limitada, percibían perfectamente las más mínimas variaciones producidas en la naturaleza, porque la Tierra no es un planeta inerte, carente de vida, más bien al contrario, está plagado de vibraciones causadas por pulsiones electromagnéticas que recorren el relieve con mas o menos frecuencia, según la orografía, la conductibilidad del terreno, la presencia de aguas subterráneas, manantiales[25], viento, etc.

Estas vibraciones se agrupan en corrientes, las cuales manan, unas veces de fallas de terrenos, otras de aguas subterráneas, otras de diferentes escalas de temperatura asociadas a terrenos yuxtapuestos y otras provienen de lo más profundo del magma terrestre.

Los hombres primitivos, aún sin comprenderlo, si que percibían estas corrientes, asentándose en ellas, construyendo sus poblados y sintiéndose partícipes de una Madre Tierra a la que sentían  y rendían culto.

A raíz de que un arqueólogo aficionado, Alfred Oatkins, descubriera que muchos lugares de la campiña inglesa se alienaban en perfectas líneas rectas, enhebrando así monumentos y lugares emblemáticos, constituyendo, una red invisible, fue cuando se empezó a hablar de las llamadas “líneas Ley[26].”  A raíz de esta teoría, la cual lógicamente causó tanta controversia como admiración, se pudo comprobar que en aquellos lugares donde dos o más líneas ley se cruzaban, había algún elemento significativo, como una ermita, una gruta, un monolito, un dolmen, o cualquier otro elemento sagrado.
Todos los dólmenes, menhires y piedras enhiestas levantadas por estos hombres primitivos, cuadran perfectamente en estas líneas telúricas, practicando de este modo, una especie de acupuntura en la corteza terrestre, para aprovechar el magnetismo que nace del interior o que se posa desde las corrientes aéreas.

Por eso quizás, no es casualidad que todas las pinturas del entorno de Otíñar, así como el dolmen de cerro Veleta, estén enmarcadas dentro de una línea recta, la cual además atraviesa Jaén por lugares no exentos de sacralidad, como la iglesia de la Magdalena, San Andrés, San Bartolomé y la Catedral, así como del manantial de la magdalena, y el monumento del lagarto de Jaén (en sentido mitológico el dragón es una confluencia entre corriente telúrica terrestre y otra aérea.) Tampoco puede ser casualidad que en el Jaén del siglo X y según nos cuenta el historiador árabe Al-Himyari[27] el valor de las fincas venía dado por su ubicación específica respecto a “la carrera de las nubes”, que era como se conocía la línea telúrica en Jaén en este siglo, a mas proximidad de la finca respecto a la línea, ésta adquiría un precio mas elevado.

La línea recorre todas las estaciones rupestres de Jaén, desde el cerro de la Llana, las Peñas de Castro, Rioguchillo, el Frontón, Cerro Veleta, la Bríncola, el barranco de la Tinaja, hasta terminar en el castillo de Otíñar, el cual por cierto fue frecuentado por Templarios (conocedores de toda la tradición simbolista y de las creencias prehistóricas.)
Croquis de la Línea telúrica de Jaén


Estos pobladores del Neolítico que quisieron marcar este terreno sagrado con sus hitos rupestres, eran conscientes aún de la presencia telúrica, pero estas percepciones se fueron perdiendo, poco a poco, conforme se avanzaba a una sociedad más compleja y más artificial, extinguiéndose definitivamente, como nos ocurre a los pobladores de las sociedades actuales.

El punto de entrada a la capital jiennense, es el cerro Perulera, lugar donde se han encontrado misteriosas formaciones rocosas talladas en forma de esfera. Recientemente se ha descubierto que, si continuamos la línea telúrica de Jaén, hacia el norte, esta nos conduce a otro lugar sagrado por excelencia, al santuario de la Virgen de la Cabeza. ¿Casualidad?


GUÍA DEL EXCURSIONISTA. RUTA 1.  EL CAMPAMENTO MINERO DE LOS PRIMEROS GIENNENSES




Monolito de Carlos III

Para dirigirnos a este punto hemos de tomar la carretera local Ja-3210 que une Jaén con la zona residencial del Puente de la Sierra. Al llegar a esta zona de chalets divisamos una indicación hacia la aldea de Otíñar, la cual debemos seguir. Iniciamos un ascenso por esta carretera mientras nos adentramos en un paraje de majestuosos cortados, barrancos y enormes paredes verticales, que son sin duda el paraíso de los escaladores que muy a menudo aquí se citan. Tras recorrer unos 3,8 Km.  llegamos a una curva cerrada a izquierdas en la que hay un cortijo, comenzamos a subir Cerro Veleta, en cuya cima hay un pequeño aparcamiento donde podremos dejar nuestro vehículo. Justo en frente al aparcamiento tomamos una pequeña senda que nos lleva al monolito de Carlos III. Desde este punto podemos contemplar la grandeza de los Cañones del Quiebrajano y la imponente pared de La Bríncola, la cual ha sido escalada en muy pocas ocasiones.  Todo el valle de Otíñar se nos muestra a nuestros pies, desde esta privilegiada posición. Continuando en dirección Suroeste y siempre en sentido ascendente, caminamos sobre una pequeña vereda que nos llevará a la cima de Cerro Veleta, nuestro próximo objetivo.



Poblado de Cerro Veleta

En la cima de este cerro se asentaron un grupo de humanos unos 4.000 años antes de Cristo, los cuales fueron los autores de todas las pinturas rupestres que hay en el Valle de Otíñar. Se dedicaban a la minería, ganadería y pequeña agricultura en el fértil valle del río Quiebrajano. En la cima podremos contemplar restos una muralla que rodeaba a todo el poblado, así como el magnífico dolmen que se situaba en la entrada al poblado. Se encuentran además, multitud de restos de roca trabajada, herramientas, columnas y otro tipo de arte mobiliario típico del Neolítico. Ahora caminamos unos 50 mts. hacia el Suroeste hasta encontrarnos con una conducción de agua, la cual debemos de seguir, caminando sobre ella.


Conducción de agua

Cerca del dolmen podemos encontrar esta conducción que surte de agua a la capital, así como a Los Villares, ya que viene desde el pantano del Quiebrajano hasta esta localidad jiennense. Nada más comenzar a caminar sobre ella, observamos que atraviesa un túnel. Si queremos ver la cueva de los Soles, debemos descender por una zona de piedras sueltas hasta situarnos justo debajo del nivel del túnel, que es donde se encuentra este abrigo.
Conducción de agua.
Imagen del autor
La ascensión es complicada y resulta difícil, ya que hay que usar pies y manos y realizar pasos de escalada de III grado.  Si no deseamos bajar por las pedreras a ver la cueva, nos adentramos en el túnel y continuamos por la conducción la cual nos lleva en dirección Sur. Ahora nos adentramos en una zona repleta de pinos los cuales rodean nuestro camino,  y a veces hemos de apartarlos con nuestras manos para continuar nuestro paso. El sendero es muy hermoso en este tramo, desde donde podemos disfrutar de todo el valle del Quiebrajano en su plenitud. Tras pasar otro pequeño túnel llegamos a una zona de olivar, pero nosotros hemos de continuar siempre en dirección Sur, hasta encontrarnos una buena pista que viene de la aldea de Otíñar, la cual hemos de coger, en sentido ascendente, hacia el Suroeste.

Camino de Otíñar

Barranco de la Hoya del caño.
Imagen del autor
Tomamos esta magnífica pista girando hacia nuestra derecha. Ahora nos adentramos en las inmediaciones de Cerro Matilla, y en pleno corazón de la Sierra de Jaén, donde podremos contemplar la característica flora de esta zona, como el romero, tomillo, encinas, quejigos, pinos, etc. También se nos presenta una visión magnífica de los tajos de Las Alcandoras, unas paredes verticales de más de 300 mts. que son ascendidas por escaladores venidos de buena parte de España. Tras recorrer alrededor de 2,5 Km. llegamos al barranco de la Hoya del Caño, un lugar privilegiado donde la vegetación se multiplica por la abundante humedad que siempre impera en él. Bien podríamos descender por este barranco, lo cual se hace sin problemas, ya que caminamos por una senda en muy buen estado, solo al final presenta una zona problemática, donde se suele acumular algo de barro y algún que otro charco, pero que se supera sin mayor dificultad. Si decidimos adentrarnos por aquí acortaríamos la ruta y saldríamos al Barranco de la Tinaja, pero sin pasar por el Castillo de Otíñar. Si hemos decidido no descender por la Hoya del Caño, continuamos por nuestra estupenda pista durante unos 1,8 Km. donde nos saldrá una pequeña senda a nuestra derecha, la cual no hemos de tomar. Caminamos durante 1,5 Km. y de nuevo nos sale otra pista por la derecha la cual tampoco es la nuestra, continuamos descendiendo hasta que vamos contemplando el castillo de Otíñar,
a donde nos dirigimos.

Castillo de Otíñar    

Castillo de Otíñar. Se cree que los templarios anduvieron por él.
Imagen del autor
Nos desviamos unos metros de nuestra pista para ascender al castillo de Otíñar. Este pequeño castillo tuvo gran importancia ya que se situaba en zona fronteriza cuando el reino de Jaén era la frontera con el reino musulmán de Granada. Por aquí discurría el camino oficial entre ambas poblaciones y debía estar permanentemente vigilado. 

Barranco de La Tinaja




Petroglifos en forma de círculos concéntricos, en el barranco de La Tinaja.
Imagen del autor
Tras visitar el castillo de Otíñar continuamos por la pista que habíamos abandonado para subir al Castillo, vamos descendiendo aproximándonos hacia otro pequeño barranco. Observamos que la pista describe un giro a derechas y nos enfila hacia el desfiladero de la Tinaja. En este lugar es frecuente ver a gente pasear, ya que la carretera está cerca y las familias jiennenses frecuentan esta zona del parque de la sierra de Jaén. Cuando estamos a unos 100 mts. de la carretera no podemos perdernos los espectaculares petroglifos que se conservan en las paredes del gran abrigo que existe en la pared de la derecha (sentido descendente.) Sobre la cornisa superior que corre paralela a los petroglifos hay pinturas rupestres, aunque muy atenuadas.



Aldea de Otíñar

Aldea de Otíñar o Santa Cristina desde la sierra de Los Propios
Imagen del autor
Continuamos nuestra pista hasta que éste desemboca en la carretera. Aquí observamos las ruinas de una construcción que en otro tiempo fue un aserradero, destinado a los trabajos forestales de toda esta parte de la sierra de Jaén. Seguimos la carretera girando hacia la derecha, dirección Norte y tras recorrer no más de 120 mts. hemos de continuar por una pista que sale a la izquierda de la carretera, la cual tiene una barrera que suele estar abierta. Abandonamos la carretera y nos adentramos por esta pista hacia la aldea de Otíñar. Pasados unos 500 mts. desde que iniciamos este camino tenemos a nuestra izquierda el abrigo de la Cantera, el cual posee magníficos ejemplos de arte rupestre esquemático. Seguimos nuestro curso y pasaremos cerca del cementerio de la aldea de Otíñar. Bien merece una parada para observar con el debido respeto un recinto sagrado, tan pequeñito y tan bien adecentado. Ascendemos por una serie de curvas que va describiendo el terreno y nos adentramos en la propiedad privada de Otíñar. Atravesamos esta cortijada y nos adentramos en la antigua aldea, donde aún podemos contemplar los vestigios de lo que fue esta aldea, y la importancia que tuvo. Los restos de la iglesia y la escuela así lo atestiguan. Al final de las ruinas del pueblo una pista nos conducirá, tras algo más de 1 Km. de nuevo a la carretera y junto al pie de unas rocas, llenas también de vías de escalada, llamadas El Salto de la Cabra, ascendemos por la carretera y llegamos de nuevo al Vítor de Carlos III, junto al aparcamiento donde estaba el vehículo.

CROQUIS DE LA RUTA 





Se omite el enlace al track de esta ruta, así como la localización exacta de los abrigos, para preservarlos de actos vandálicos, los cuales ya se han producido en algunos de ellos.




domingo, 15 de abril de 2012

Bibliografía

[1] Zafra de la Torre, N. (2006) “De los campamentos nómadas a las aldeas campesinas. La provincia de Jaén en la prehistoria”. Universidad de Jaén Pág. 92


[2] Ibíd., Pág. 93.


[3] Ibíd., Pág. 97 y 98.

[4] Ibíd., Pág. 98.

[5] Ibíd., Pág. 105 y 106.

[6] Ibíd., Pág. 104.


[7] Mauro, S. Hernández Pérez y Bernat Martí. (2000-2001) “El arte rupestre de la fachada mediterránea”. Zephyrus, 53-54. Pág. 250 y 251.

[8] Ibíd., Pág. 254.

[9] Grande del Río, R. y González-Tables Sastre, J. (1983) “Imagen y símbolo del arte esquemático”. Zephyrus, XXXVI. Pág. 193


[10] López Payer, M. y Soria Lerma, M. (1994) “Historia de la investigación del arte rupestre prehistórico en la provincia de Jaén.” B.I.E.G. Pág. 371


[11] Carrasco Rus, J. y Pastor Muñoz, M. (1983) “Aproximación al fenómeno esquemático en la cuenca alta del Guadalquivir. Zephyrus, XXXVI, Pág. 170.

[12] López Payer, M. y Soria Lerma, M. Zorrilla Lumbreras, D. (2003) “Arte Rupestre en la alta Andalucía. Resultados de varias investigaciones en el subbético giennense”. B.I.E.G. nº 184. Pág. 398, 399.


[13] Carrasco Rus, J. y Pastor Muñoz, M. (1983) Op. Cit.  Pág. 170.

[14] López Payer, M. y Soria Lerma, M. Zorrilla Lumbreras, D. (2003) Op. Cit. Pág. 400.

[15] Almagro basch, M. (1947) “El arte rupestre naturalista del Levante español y el arte rupestre esquemático”. Espasa Calpe. Citado en López Payer, M. y Soria Lerma, M. Zorrilla Lumbreras, D(2003) Op. Cit.

[16] Ibíd., Pág. 404.


[17] Carrasco Rus, J. et al. (1980)  “Las Pinturas Rupestres del “cerro de la Pandera”. Aproximación al fenómeno esquemático jiennense”. Publicaciones del Museo de Jaén. Pág. 26.

[18] Carrasco Rus, J. y Pastor Muñoz, M. (1983) Op. Cit. Pág. 175.

[19]  Zafra de la Torre, N. (2006) Op. Cit. Pág. 118.


[20]  Ibíd., Pág. 158.

[21]  Ibíd., Pág. 161. 


[22]  Ibíd., Pág. 116.

[23]  Ibíd., Pág. 117. 


[24] Chicote Utiel, M. y López Murillo, J. (1973) “Nuevas pinturas rupestres en Jaén” B.I.E.G. Pág.: 51.

[25] Wilcox, N. Los Templarios y la Mesa de Salomón. M-R Ediciones.Pág. 50.

[26]  Ibíd., Pág. 39. 

[27]  Ibíd., Pág. 53. 






martes, 10 de abril de 2012

Introducción






"La humanidad no posee regla mejor de conducta que el conocimiento del pasado"

Polibio, siglo II a.C.



Los textos e imágenes contenidos en este apartado (Rutas por la Historia) están registrados en la Delegación Provincial de Cultura y se permite su reproducción solo a efectos particulares sin ánimo de lucro.

Caminar sobre las huellas que antaño plasmaran los verdaderos protagonistas de la historia, hace al senderista, enfocar esta actividad bajo nuevas motivaciones. La naturaleza ofrece escenarios indescriptibles, pero éstos cobran una nueva vida cuando son recorridos con la conciencia y el conocimiento que otorgan conocer quienes plasmaron esas huellas.

La historia de Jaén, es la historia universal. Cada pasaje de la historia ocurrido en esta provincia, ha tenido y tiene, una relevancia tal, que los hace estar presente en las páginas principales de la historia. Conocer Jaén es conocer el mundo y conocer su historia es conocer el género humano, pues los acontecimientos que han ocurrido en esta provincia se hunden en las raíces de los tiempos y se han prodigado en momentos sumamente decisivos para personajes fundamentales de la humanidad.

Como preámbulo a cada ruta se expone una introducción teórica del pasaje histórico en cuestión y posteriormente se detalla la ruta, con algunos datos explicativos de lugares de paso interesantes.

Adentrarse en el conocimiento de la historia de Jaén, te empuja a escenarios tan inesperados como hermosos. Conoce Jaén.