LA GUERRA CIVIL EN JAÉN. LA BATALLA
DE LOPERA.
La guerra golpeó a Jaén como al resto de poblaciones
españolas. Nada más estallar el conflicto, la provincia, por su situación
estratégica, quedó en primera línea de frente durante toda la guerra, más de
tres años. Nuevamente Jaén se convertía en llave de paso hacia el Norte
peninsular. Hoy día podemos observar algunos vestigios de este episodio en
nuestra provincia y en la misma capital.
LOS DÍAS PREVIOS[1]
Cuando comenzaba aquel verano de 1936, el panorama político
de Jaén estaba compuesto por el Frente Popular, que agrupaba a diversas
organizaciones de izquierda, la cual estaba fuertemente unida y cohesionada,
hecho que a la postre sería clave para que el alzamiento fracasase en la
provincia. La derecha, aún no se había repuesto de la derrota en las elecciones
de febrero de ese mismo año, y poco a poco se va decantando hacia posiciones
golpistas. La tensión, como en el resto del país va en aumento, por un lado una
izquierda fuertemente concienciada y dispuesta a no dejar pasar una segunda
oportunidad para iniciar fuertes reformas y por otro una derecha temerosa,
desunida y timorata, que esperaba a la defensiva el devenir de los
acontecimientos. La cúpula militar, por su parte había sufrido grandes cambios,
pues muchos mandos fueron relegados de sus puestos.
Las agrupaciones de derechas estaban formadas por Falange
que tenía afiliados en bastiones importantes como Torredonjimeno, Cazorla,
Martos y Linares, también por las Juventudes de Acción Popular, la Federación
Provincial de Labradores y mantenían a su vez, contactos con la Guardia Civil a
través de su capitán Rodríguez Cueto. Esta formación, avisada de un posible
alzamiento, comenzó a organizarse a través de reuniones que se celebraban en el
desparecido Hotel Francia, en Jaén, constituyéndose así la llamada Junta del
Alzamiento.
La izquierda que no se encontraba ajena a estos movimientos,
inició una campaña de sensibilización y preparación en caso de alzamiento. Para
ello el Diputado Comunista Uribe, había recorrido los pueblos y ciudades de
Jaén, los días anteriores alertando de una posible sublevación, animando
además, a una respuesta armada.
Los teléfonos están bloqueados, el Gobernador Civil Rius Zunón
permanece en la sede del Gobierno Civil reunido con la práctica totalidad de
los dirigentes de la capital. Las noticias sobre la sublevación poco a poco van
llegando a través de una radio que se convirtió, así, en el único medio de
comunicación para la desconcertada población.
La tensión y el trasiego inunda la ciudad, los hortelanos de
San Ildefonso suben por la Carrera y la Alcantarilla, con picos y azadas en sus
manos, la población poco a poco se va reuniendo en Roldán y Marín, Plaza de San
Francisco y junto a la Catedral. Con gestos serios y preocupados, muestran su
nerviosismo ante la inminente noticia que se adivina.
Cuando se conoce que Queipo de Llano, Jefe de Carabineros
republicano, finalmente ha decretado el estado de guerra en Sevilla, el Comité
del Frente Popular convence al Gobernador Rius para que entregue armas al
pueblo, ante la más que posible llegada de un ejército armado a la capital.
En ese momento el Gobernador Rius envía un telegrama al
Gobierno Central, mostrando se adhesión a la República, fechado a día 18 de
julio, convirtiéndose en la primera muestra de lealtad al gobierno España, y
siendo además, el primer gobernador en entregar armas al pueblo de toda la
geografía peninsular. La derecha por su parte, reunida en el Hotel San
Francisco no secundó el alzamiento, pero tampoco entregó las armas que estaban
en poder de la Guardia Civil, por lo que ésta tuvo que refugiarse en el
Santuario de Andújar.
EL PLAN DEL GENERAL MOLA
El General Mola había diseñado para
la Segunda Región Militar, que era Andalucía, un plan que finalmente se vino al
traste, ya que se contó desde un primer momento con que las provincias del Sur,
tendrían un papel pasivo y si bien no secundarían el alzamiento, tampoco les
harían frente. El plan inicial de Mola consistía en iniciar una serie de
levantamientos en puntos clave de la geografía nacional de manera organizada y
coordinada para acabar tomando Madrid de la manera más rápida y menos costosa.
Pero lo ocurrido en Jaén hizo que la estrategia tuviera que replantarse. No se
había contado con las fuerzas africanas como las protagonistas en el avance a
Madrid, pero se hubo de recurrir a ellas tal y como se estaban desarrollando
los acontecimientos. Mola decide entonces que dos columnas mixtas formadas por
africanos y legionarios desembarquen en Málaga y Algeciras. Una avanzaría hasta
Córdoba a través de Antequera y Lucena, y la otra se les uniría en la ciudad
califal tras pasar por Jerez y Sevilla. Desde Córdoba y tras ir engrosando sus
tropas, sin detenerse mucho tiempo en someter a las plazas que no les secundaran,
atravesarían Despeñaperros para entrar en Madrid por el Sur. Pero no contaron
con la resistencia que ofreció Jaén, la cual cerró el paso hacia el Norte.
General Mola |
Es aquí cuando
Franco pronuncia su conocido “Jaén me
quita el sueño” ya que tuvo que olvidarse del paso de Despeñaperros para
avanzar por Extremadura, protegiéndose así el flanco portugués del que
posiblemente recibiría apoyos.
El 19 de julio
el Gobernador Civil de Córdoba se rinde y ésta se adhiere a los rebeldes, por lo que desde Jaén
se organiza una milicia para hacer frente y tratar de frenar el fulgurante
avance que se avecina. Se crea así la “Columna Andalucía” formada por unos mil
quinientos hombres entre los que había mineros de Linares, campesinos de
Porcuna, Marmolejo, Martos, Bailén, etc. la columna toma la carretera nacional
y pronto afirman posiciones estratégicas en el valle del Guadalquivir como
Alcolea, Villa del Río, Montoro, El Carpio, Espejo y Castro del Río. En la toma
de estas plazas destacaron los dinamiteros de Linares y de La Carolina, aunque
la variopinta tropa carecía de formación y disciplina castrense adecuada a la
situación. El mismo Franco el 1 de agosto, volvía a escribir a Mola en estos
términos “la situación en Andalucía se
hace dura, especialmente en el frente de Córdoba.”
A pesar de que los milicianos de
Jaén y Córdoba consiguen detener el avance de las tropas rebeldes, se está
perdiendo un tiempo crucial, pues el resto de las tropas sublevadas van
llegando a Córdoba, tal y como lo planeó en segunda instancia Mola. Saez de
Buruaga llega con más africanos y engrosa las pocas tropas que quedaban en
Córdoba y a las cuales hubiera sido posible someter de haber contado con apoyos
desde un Gobierno central de Madrid que estas alturas aún intentaba negociar
con los sublevados y no se mostró decidida en sus movimientos.
Finalmente, el día 21 desde el
Gobierno nombran al General Miaja para que dirija una columna y se encamine
hacia Córdoba a fin de contener el avance. Es en Andújar, donde se dan cita la Plana Mayor de Miaja junto con
otros dos mil milicianos armados con los
fusiles “los naranjos” apropiados en el asalto al Cuartel de la Montaña de Madrid. Otro
episodio impactante. A éstos se les unieron voluntarios venidos de buena parte
de la provincia. El contingente lo completaban los brigadistas que habían sido
formados en Albacete.
Brigadistas de la Guerra Civil |
Los días siguientes de julio fueron testigos del imparable
avance Guadalquivir arriba, de las tropas sublevadas. Mientras la columna Miaja
ultimaba su estrategia, en Jaén se defendía a ultranza la República , mientras que
los estratos más conservadores huían a la sierra o se escondían en sus casas
para evitar ser conducidos a las cárceles habilitadas en la Catedral. En algunos casos
fueron conducidos a los muros del cementerio de San Eufrasio para ser
ejecutados con un tiro en la nuca. Las cartas quedaron definitivamente sobre la
mesa cuando las tropas rebeldes comprendieron que Jaén era un impedimento grave
para el plan de sublevación. Miaja contenía como podía el avance desde el Oeste
de las tropas de Queipo de Llano, con una variopinta milicia frente a las
disciplinadas y curtidas tropas regulares africanas. El general otrora
republicano deseaba tomar las tierras del Santo Reino por una cuestión muy
simple, la cosecha de aceituna.
La cosecha de aquel invierno del 36 se presentaba abundante y muy apetecible para sufragar los gastos de una contienda que se estaba demorando más de lo previsto. Los molinos y almazaras habían quedado repletos y la situación impedía que los trabajadores continuasen con la labor de producción oleícola. Un bocado muy apetecible para Queipo de Llano. Su plan consistía en avanzar hasta el corazón de la provincia apropiándose de los pueblos productores de aceite tanto de Jaén como de Córdoba y de paso, establecer un corredor de seguridad para rescatar a los insurgentes que resistían en el Santuario de
La ofensiva se preparó entre tres frentes, de un lado
contener a los republicanos en Espiel y Cerro Muriano, de otro estabilizar el
frente de Baena y finalmente que la columna Redondo avanzara desde Espejo hasta
Córdoba para adentrarse hacia Cañete y Villa del Río, a un paso de Lopera,
donde se libró la batalla definitiva.
Tras la marcha de Franco y sus tropas hacia Madrid vía
Extremadura, y siguiendo los planes de Mola, que instigaba las plazas del
Norte, el valle del Guadalquivir quedó
relegado a una zona sin interés, solamente los fines esgrimidos por Queipo
hicieron que sus efectivos rebeldes obtuvieran permiso para continuar en
Andalucía.
Preparación del plan "la Campaña de la Aceituna" |
Distribución de efectivos para acometar el plan |
Avance del frente tras la ofensiva |
VILLA DEL RÍO, PREÁMBULO DE LOPERA[2]
Ante el inminente progreso de las tropas del Comandante
Redondo, las autoridades republicanas deciden cortarles el paso en Villa del
Río. Acudieron con un pequeño contingente que se encontraba en Andújar. En este
punto empezaron a fraguarse los errores de los mandos republicanos que arrojaron
un trágico balance de muertos y episodios sangrientos, como el de Villa del
Río. La orden de ocupar el Monte del Telégrafo hizo que en la retaguardia de
esta posición quedase el Guadalquivir, con un único puente para cruzarlo, a dos
Km. de dicho emplazamiento. En caso de que las tropas no pudiesen contener el
ataque frontal, los republicanos quedarían encerrados en una trampa mortal, al
no poder vadear el río, como así sucedió. Redondo orquesta una táctica
envolvente sobre Villa del Río, acometiéndola desde Pedro Abad y Bujalance, por
lo que los milicianos, desconcertados empiezan de replegarse, sin tener muy
claro aún hacia donde, pues los insurgentes brotaban de entre los olivares por
doquier. Las compañías milicianas quedan desarboladas e incomunicadas por la
ágil caballería Requeté que con supremacía desmantela las posiciones
artilleras.
A última hora del día la situación no deja lugar a dudas,
había que replegarse y huir hacia Montoro, pero el Guadalquivir les corta el
paso. En mitad de la noche las tropas intentan construir balsas y artefactos
para cruzar pero el fuego enemigo se les echa encima. Algunos logran huir tras
intentar cruzar por una central hidroeléctrica situada a 4 Km . de Villa del Río, pero
es una tarea insidiosa. Finalmente deciden llegar hasta Montoro donde
efectivamente había un puente. El contingente que quedó de milicianos no
esperaba que el puente estuviera bien protegido con soldados franquistas. Allí
se dejaron la vida los que intentaron cruzar. Otros desesperados lo hicieron a
nado, mientras los demás deambulaban por los olivos, esperando al alba, entre
metralla silbando cerca de sus cabezas, con frío y solos en la noche, matando
el hambre con amargas aceitunas cogidas del mismo olivar. De los 600 hombres
que compusieron esta avanzadilla, solo sobrevivieron 160.
LA BATALLA DE LOPERA
El General Monje da la orden de cortar el paso a toda costa
a las tropas del comandante Redondo. Para ello, Lopera y Porcuna se consideran
ahora de especial relevancia. En la Navidad del 36 los batallones 9, 10, 12 y
13 de la XIV Brigada Internacional llegan a Andújar desde Albacete, donde han
recibido una instrucción exprés en apenas unos cuantos días.
Las Brigadas Internaciones estaban compuestas por gentes de
muy distinta procedencia. Desde comisarios políticos, intelectuales,
voluntarios, sindicalistas hasta aventureros y veteranos combatientes. Todos
con diferentes nacionalidades, diferente idioma y en la mayoría de los casos
sin más experiencia y formación que sus deseos de combatir al fascismo. En la
base de Albacete se les dota de un variopinto armamento[3]
que nunca han utilizado y la instrucción planificada en dos meses, se precipita
por el devenir de los acontecimientos, sobre todo en Andalucía.
Para la contienda de Lopera se envió a la XIV Brigada
Internacional, denominada “la Marsellesa” comandada por el General Walter[4],
un experimentado militar que ya había participado en la revolución rusa. Cada
batallón de los tres que conformaba la Brigada (el 9º batallón participó en
Villa del Río, no en Lopera) comprendía unos 600 hombres más un escuadrón de
caballería, una batería de artillería y una unidad de ingenieros y zapadores.
El 12º Batallón contaba en sus filas con los poetas ingleses Ralph Fox y John Cornford, Éste último era biznieto de
Darwing, siendo ambos fervientes activistas del movimiento obrero en
Inglaterra.
Tras el desastre de Villa del Río ocurrido el mismo día de
Navidad, los insurgentes que habían tomado con menos esfuerzo del que esperaban
esa plaza, dudan si avanzar por la carretera general hacia Andújar para asentar
posiciones más interiores en terreno enemigo. Pero se topan con algunos
destacamentos de tropa republicana y deciden retroceder.
La confrontación estaba servida y
ambos cuerpos preparan su estrategia. El General Walter decide explorar el
terreno, ya que no contaba con cartografía, ni apoyo aéreo y para ello envía
varias patrullas de caballería para reconocer lo que será el teatro de
operaciones, el olivar entre Villa del Río y Lopera. Le comunican que ésta
última localidad está prácticamente vacía y libre de enemigos, pero
extrañamente no da la orden de tomarla y ocupar así, los enclaves más
ventajosos. Walter no tomó ninguna determinación tras el regreso de sus
patrullas, quizá temeroso de precipitarse y provocar otra tragedia como la de
su 9º Batallón.
General George Walter |
El día 26 continúa reconociendo el terreno mientras el resto
de tropas se va reagrupando en la estación de Marmolejo. Desde la carretera
Madrid – Cádiz observa el entorno de Lopera y decide enviar a una avanzadilla
al cerro de San Cristóbal, lugar ventajoso donde más tarde se desarrollará la
acción. Por su parte las tropas del Comandante Redondo marchan hacia Lopera por
la misma carretera procedentes de Villa del Río encontrándose con la población
desguarnecida, por lo que toman posiciones y ocupan el pueblo. Únicamente les
ofreció resistencia el pequeño destacamento del cerro San Cristóbal, al cual es
desalojado por la caballería de Ceuta. Sin perder tiempo Redondo ordena traar
una línea de trincheras en la parte Norte y Este, a la vez que se distribuyen
los efectivos y se establece la Comandancia, la Plana Mayor, Cuarteles y
Hospitales en las diferentes viviendas del pueblo.
Walter contrariado, se percata al día siguiente de que
Lopera ha sido tomado y finalmente le llega la orden de pasar a la ofensiva.
Con los tres batallones de la XIV BI se adentra hacia la batalla por la misma
nacional, que tan sólo un día antes habían utilizado los hombres de Redondo.
Pero los republicanos no gozan de la misma organización de la que hacen uso los
insurgentes. Los camiones para el transporte son insuficientes y muchas
compañías han de hacer el trayecto a pie, desperdigándose por caminos y
cortijos y desviándose del objetivo. En concreto una compañía del 12º Batallón
que contaba además en sus filas con Ralph Fox y John Cornford, se desplaza a
pié dando un rodeo hasta las inmediaciones de Villa del Río, para volver de nuevo hacia
el cruce de la carretera general Madrid – Cádiz con Lopera, todo por campo a
través y con el fuego de la retaguardia de los hombres de Redondo silbando
sobre sus cabezas. Al mando estaba el Capitán Nathan[5]
el cual decide avanzar en escuadrones formando un rombo con las secciones que conformaban la compañía. Finalmente las
tropas consiguen reagruparse y la Plana Mayor establece posiciones para la
ofensiva. Se
escoge para ello, como centro de operaciones la carretera de
Andújar, la cual estaba flanqueada por los cerros del Calvario y San Cristóbal,
ambos tomados por las tropas de Redondo. En aquel año además, había grandes cultivos de
cereales con tierras calmas, por lo que ofrecía una excelente visibilidad de
todo el que se adentrara por ahí. El terreno se mostraba sumamente desventajoso
para la Brigada Internacional y la defensa de Lopera se presentaba como una tarea fácil para las
baterías y tiradores del bando nacional, que dominaban desde las alturas, el
camino de entrada al pueblo escogido por los republicanos.
Capitán Nathan |
Zona de combates durante la batalla de Lopera |
El 27 de diciembre comienza el asedio a Lopera, con una
incursión de infantería reforzada por blindados ligeros, de manera semioculta a
través de los olivos. Pero los requetés les estaban esperando perfectamente
parapetados en sus trincheras y consiguen repelerlos junto con el apoyo de los
regulares. Hacia las cuatro de la tarde, se ordena que todos los batallones
entren en acción, tomando como referencia el arroyo de Las casillas y el cerro
del Calvario, lo que supuso otro grave error, pues el terreno es accidentado
con continuos cortados, sin vegetación y con subidas constantes, lo que
dificultaba el avance del armamento pesado por parte de la infantería, lo que
propició que muchos soldados abandonaran las placas y piezas de las
ametralladoras. La orden nefasta de marchar unidos, facilitó además el blanco
del fuego enemigo, pues los brigadistas se concentraron en muy pocos metros
cuadrados mientras avanzaban juntos. La
aviación de los nacionales comenzó a instigar el avance republicano en este
momento.
Walter dispuso a sus batallones en forma de cuña abarcando
de Norte a Este, es decir desde la nacional Madrid – Cádiz hasta la que enlaza
Lopera con Porcuna prácticamente, pero nadie sabe porque no dispuso del 10º
Batallón. Quizá lo dejó en retaguardia para tareas de apoyo en función del
desarrollo de la contienda. Los insurgentes apostaron al requeté para contener
a los batallones y reservaron a los regulares para la defensa de la localidad,
pero Redondo rectificó a tiempo y envió a éstos en apoyo del requeté, cuya
ayuda resultaría determinante.
En plena batalla la compañía irlandesa del 12º Batallón
consiguió tomar una posición elevada muy próxima al cerro del Calvario, por lo
que los requetés retrocedían. Tenían a la vista las casas del Pueblo, pero
estaban en un fuego cruzado que les venía desde el cerro del Calvario y les
estaba produciendo muchas bajas. La aviación apoyaba constantemente y el
nerviosismo empezó a propagarse entre los brigadistas. Las ametralladoras
empezaban a encasquillarse, algunas compañías se desperdigaban por las cañadas
y se necesitaba un enlace telefónico con el mando para dirigir los movimientos,
ya que esta compañía no tiene certeza de lo que está pasando en otras
posiciones. Para colmo, la artillería republicana, mal colocada, se muestra
poco efectiva y sin capacidad de operar al estar algo alejada. Los demás
batallones solo pueden apoyar a esta compañía ya que no tienen visibilidad con
los montículos que rodean la zona y temen disparar a sus propios compañeros.
Las restantes compañías del 12º Batallón avanzan y
retroceden perdiendo hombres a cada movimiento intentando secundar y reforzar
la posición de la compañía irlandesa audazmente dirigida por el Capitán Nathan.
Éste decide realizar un despliegue definitivo hacia el pueblo y ordena a los
granaderos que abran paso, mientras que las ametralladoras barrerían el camino
ante el avance de la infantería. Pero el armamento se encasquilla y los hombres
lanzados en vanguardia quedan sin apoyo. La operación se cancela y se ordena el
repliegue, cerca ya de las once de la noche.
Requetés por los campos de Lopera |
Fue en ese momento cuando murió Ralph Fox, al intentar
llevar un mensaje a una avanzadilla inglesa que se encontraba en una situación
comprometida. Al no contar con enlace telefónico, los soldados tenían que ir
ellos mismos, entre el fuego enemigo a llevar los mensajes con las nuevas
directrices. En esta ocasión Ralph corría a decirles que mejorasen el
emplazamiento de una ametralladora, pero había que cruzar fuego enemigo y éste
le alcanzó. Él mismo se presentó voluntario para esta tarea, siendo abatido en
tierra de nadie sin que se pudiera recoger el cuerpo. Con el amparo de la noche
profunda se le encomendó a un soldado que tratara de recuperar sus pertenencias
y así certificar su muerte. Éste lo consiguió, regresando con un cuaderno de
notas y una carta. Pero el cadáver quedó allí junto a tantos otros.
Esa noche los médicos y camilleros trabajaban incesantemente
ante la gran cantidad de heridos que hubo por ambos bandos, pero sobre todo del
lado republicano. Al día siguiente vuelven a la carga los batallones 12º y 13º
mientras que Redondo empieza a instigar al flanco Norte para así
descongestionar la zona central de la batalla. Durante todo el día las brigadas
consiguen hacer retroceder a los requetés pero no consolidan las posiciones,
por el fuego cruzado que les arreciaba, por lo que la contienda es un continuo
avance y retroceso con multitud de bajas en cada movimiento. Ese día muere el
poeta John Cornford, ya que pretendió recuperar el cuerpo de Ralph siendo
abatido al estar en una zona sumamente peligrosa. Una patrulla manifestó
reconocer ambos cadáveres uno junto a otro, pero nunca se recuperaron los
cadáveres y esta información no está contrastada. Otros afirman que John murió
en un ataque de la aviación, siendo ésta la posibilidad más pausible.
El día 29 Queipo de Llano, consciente de la importancia de
consolidar la zona, ordena tomar Porcuna y establecer así un bastión fuerte. Una
nueva columna sale de Villa del Río para acompañar a Redondo con una parte de
sus efectivos hacia Porcuna. Pero en el trayecto se suceden numerosos
enfrentamientos y hasta bien entrada la noche no consiguen llegar a Lopera. Los
republicanos que había apostados en Porcuna se percatan de que se acercan las
tropas insurgentes e inician un bombardeo sobre su vecina Lopera. Este empuje
de nuevas tropas desde Porcuna, unido a la rabia contenida tras los
acontecimientos de los días anteriores, hizo que un tramo de la nacional Madrid
– Cádiz estuviera en manos republicanas, por lo que la comunicación con Córdoba
quedaba cortada, se consiguieron tomar algunas colinas muy cerca de Lopera y
tenían en sus manos entrar prácticamente ya en la localidad.
Redondo por su parte tenía en su mano tomar Porcuna, pero
hábilmente decidió desprenderse de los requetés de Huelva y ordenar regresar a
Lopera para reforzar la extenuada defensa, ante el inminente asalto de los
republicanos. Volvieron bayoneta en mano y atacando a la desesperada, por una
posición que nadie esperaba, el flanco Sudeste, prácticamente a la espalda de
los brigadistas. Este ataque fue el golpe mortal a una ya desmoralizada tropa,
que vio como nuevamente tenía en su mano tomar Lopera y una vez más debía abandonar
posiciones dejando tras de sí un campo lleno de compañeros atravesados por las
bayonetas de los requetés. Las tropas enviadas por Redondo, más las que
llegaron de Villa del Río para dirigirse a Porcuna, engrosaron y dieron
frescura a un contingente demasiado fuerte ya en Lopera.
Cundió el desánimo, el cansancio y la impotencia. Estos
hechos unido a las numerosas bajas fueron el detonante para que se ordenara el
repliegue definitivo hacia Arjonilla y Arjona, a la espera de nuevas
instrucciones.
El balance, difícil de estimar, se calcula en un 30% de
bajas sobre el total de la XIV Brigada Internacional, lo que supone unos 800
muertos y más de 500 desertores. En el bando franquista alrededor de 100 bajas
y algo más de esa cantidad de heridos. En la madrugada del 30 de diciembre,
finalizaron los enfrentamientos quedando relegados a pequeñas escaramuzas sin
importancia. Los dirigentes republicanos conscientes del peligro que suponía la
toma de estas posiciones por parte de Redondo, decide enviar a la XVI Brigada
Internacional a Torredonjimeno y Arjona para reforzar la línea defensiva sobre
Jaén.
Los enfrentamientos duraron hasta el febrero del 37, durante
los cuales se sucedió la tónica general de avance y retroceso de la tropa
republicana ante la sólida defensa que hacía Redondo de Lopera y Porcuna, ya en
sus manos. La XIV BI fue reorganizada continuando Walter a su mando. Algunos de
sus mandos fueron juzgados por inoperancia o traición a la República, y el
Capitán Nathan, sin duda uno de los que mostró más bravura durante la batalla
de Lopera, murió meses más tarde en Brunete, al ser alcanzado por un proyectil
de la aviación.
JAÉN 1 DE ABRIL DE 1937[6]
El nuevo mapa que se configuraba en Jaén le otorgaba a la
provincia una de las posiciones más problemáticas y difíciles de toda la
geografía española. Al Oeste quedaron asentadas las plazas de Lopera y Porcuna
por parte del ejército insurgente. A estas se les unió la localidad de Alcalá
la Real tras la toma de Málaga por Queipo de Llano, por lo que la provincia de
Jaén que fue la primera en adherirse a la república y una de las últimas en
caer (cayó un 29 de marzo y el fin de la guerra se proclamó un 1 de abril de
1939) vio como su territorio tenía dos frentes abiertos de manera permanente.
Por si tener dos frentes, uno al Oeste y otro al Sur, fuera poco, contaba
además con una población insurgente en Andújar, los Guardias Civiles del
Santuario, los cuales estuvieron recibiendo apoyos de la aviación durante nueve
meses, por lo que la amenaza de un bombardeo sobre la población, siempre estaba
presente.
El hecho de tener estos frentes abiertos durante más de tres
años, propició que muchos de los habitantes de las zonas limítrofes de las
zonas en conflicto, se adentraran en territorio enemigo, en plena noche bien a
causar daños materiales a los contingentes rebeldes o bien a intentar rescatar
prisioneros capturados en los diferentes enfrentamientos que se producían. A
estos muchachos se les conoció como los “niños de la noche.”
Lo cierto es que desde Córdoba, la aviación del ejército
insurgente realizaba incursiones en suelo republicano, bien para abastecer a la
población del Santuario o para apoyar los frentes estabilizados en Jaén,
Granada y Málaga, por lo que el ejército republicano decidió bombardear en la ciudad
califal determinados cuarteles y los talleres de La Electromecánica, lugar
donde se fabricaba la munición y que estaba cerca del aeródromo, a fin de poner
de dificultar tanto los vuelos de apoyo como hostigar a la retaguarida. Queipo
de Llano como represalia, decidió bombardear a la ciudad de Jaén, sin previo
aviso, con la doble intención de vengarse del castigo sufrido en Córdoba y de
paso amedrentar a una población que se resistía a entregarse a la causa
sublevada.
Junkers Ju-52 utilizado para bombardear Jaén |
Nadie dio ningún aviso porque fue un acto inesperado. Los
aviones pillaron a las gentes de Jaén realizando sus labores diarias, en sus
casas, paseando y trabajando. Especialmente dolosas fueron las bombas caídas en
la Calle Olid las cuales causaron nueve víctimas mortales, las de la calle
Batería que provocó la muerte de una
madre y sus tres hijos y especialmente grave fue la que impactó en la calle
Federico de Mendizábal, donde se congregaban varias decenas de personas a la
espera de comprar carbón, cobrándose veintidós víctimas mortales. Los cadáveres
se fueron depositando en una habitación del cementerio habilitada a tal efecto,
mientras gran parte de la población huyó al cerro de Santa Catalina y huertas
del contorno. Miguel Hernández que estaba en Jaén como periodista en esos días
se exasperaba ante la actitud de muchos giennenses que corrían a refugiarse
bajo los olivos en vez de mantener una postura más activa. Finalmente Queipo de
Llano en su emisión nocturna a través de Radio Sevilla manifestó: “…sepan los
rojos que en
lo sucesivo, siempre que bombardeen una población se les
contestará de la misma manera.”
Sin tiempo que perder, la ciudad se
preparó para posibles bombardeos posteriores. Se constituyó una comisión para
acometer la construcción de refugios antiaéreos y en tan sólo cinco días los
arquitectos presentaron sus proyectos, iniciándose las obras para seis
refugios situados en las plazas de la Magdalena, Merced, Martínez Molina,
Santiago, San Juan y San Ildefonso. La ciudad se dotó de dos sirenas para
avisar en caso de peligro y se desmontó el órgano de la Catedral para que sus
tubos de mayor diámetro fueran colocados en una de las torres de la Catedral y
en el castillo de Santa Catalina, a fin de simular cañones antiaéreos.
Si cruel fue este bombardeo, no
menos inhumano fueron las represalias que se llevaron a cabo nada más terminar
de recoger cadáveres y escombros. Desde el día siguiente hasta el 7 de abril se
practicó una denominada saca de presos,
hasta completar un total de unos 160 hombres, estimando que esos fueron los que
murieron en el bombardeo, se trasladaron a Mancha Real y se ejecutaron,
fusilándolos en la tapia del cementerio. No fueron éstas, las únicas
ejecuciones que el Gobierno legítimo llevó a cabo en Jaén, es justo traer a la
memoria el terrible episodio de los dos trenes
de la muerte que salieron de Jaén, a primeros de agosto, con los presos que
se hallaban en la Catedral, que por aquel entonces, se convirtió en prisión,
con destino a las estaciones de Vallecas y El Pozo, donde alrededor de 400 personas
fueron ejecutadas en un terraplén próximo al andén, entre ellas el Obispo
Manuel Basulto. Algunos consiguieron escapar en el preciso momento que bajaban
del tren, pero la mayoría fue apresada y conducida a la Modelo de Madrid.
Posteriormente y siguiendo la irracionalidad que supuso esta guerra, las
acciones de venganza se sucederían durante los más de 30 años de dictadura.
RUTA PARA CONOCER LOS VESTIGIOS DE LA BATALLA
[1]
Véase el pasaje del Asedio al Santuario para conocer con otros detalles, estos
días previos al alzamiento en Jaén.
[2]
Véase el trabajo de los hermanos Pantoja Vallejo La XIV Brigada Internacional
en Andalucía : La Tragedia de Vila Del Río y la Batalla de Lopera. Diputación Provincial de Jaén, 2006.
[3]
Al parecer había fusiles austriacos y canadienses, ametralladoras francesas y
americanas, mosquetones alemanes y el uniforme era del ejército francés y el
calzado del ruso. Lo que nos proporciona una idea de la confusión que reinó en
el adiestramiento, dificultado además por la coexistencia de distintas lenguas
que dificultaban la comunicación.
[4]
Cómo ejemplo gráfico de la personalidad de este militar reproducimos la frase
que utilizaba cuando sus soldados se asustaban de las balas que les pasaban
cerca “si escucháis las balas silbar, no
se asusten pues esa no era para vosotros.”
[5]
El capitán George Nathan era conocido entre sus iguales por su peculiar forma
de instigar a sus hombres antes de dirigirlos al ataque pronunciando la frase:
“¡En avant, mes dames!” (¡adelante mis señoritas!)
[6] Sobre
el bombardeo de Jaén véase CUEVAS MATA, Juan. “El bombardeo de Jaén”. Senda de
los Huertos: revista cultural de la provincia de Jaén (enero-febrero 1992), pp.
75-90.